Eran los años dorados de nuestra juventud. Época de clases por la mañana, fiestas por la noche y resacas filosóficas los domingos. Morelia era un hervidero de bares alternativos, antros escondidos, foros musicales y lugares que hoy existen solo en nuestras memorias… y en las fotos viejas de Facebook. Muchos de esos sitios se convirtieron en casas, bodegas o zapaterías, pero quienes los vivimos sabemos que ahí pasaron algunas de las mejores noches de nuestras vidas.
En esta nota te llevamos por un recorrido nostálgico por los bares desaparecidos de Morelia, esos que fueron punto de reunión, catarsis emocional y escenario de aventuras inolvidables.
La Caldera: cerveza barata y peligros desde el segundo piso
Entre los bares desaparecidos de Morelia, La Caldera ocupa un lugar especial. Era económico, ruidoso y perfecto para perder la dignidad entre amigos. Aquí la cerveza era tan barata que salías gateando sin culpa y con historias que todavía se cuentan en cada reunión. En su mejor época, tuvo conciertos como el de Amandititita y una legendaria caída desde el segundo piso que terminó en carcajadas (sin lesiones graves, afortunadamente).

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Mukai: poesía, punk y sillones roídos
Ubicado primero en Madero Poniente y luego frente a la antigua central de autobuses, Mukai fue un bar inclasificable: podía ser un nido de artistas solitarios o una caldera punk con 200 personas amontonadas. Mesas improvisadas, latas de sardina como ceniceros y sillones devorados por los ratones le daban un encanto decadente. Hoy, en su antigua ubicación, vive una familia normal sobre una paletería.
DJ Café / Plur: camas, electrónica y coyotitos
Si lo tuyo era el beat tranquilo y los espacios para charlar, Plur (también conocido como DJ Café) era el lugar ideal. Tenía camas, literalmente, para que te relajaras, y un patio donde se armaban toquines memorables. Entre los bares desaparecidos de Morelia, este fue uno de los más peculiares, adelantado a su tiempo.
La Casa de la Salsa: de cumbia fina a karaoke decadente
Este sitio vibraba con música tropical, orquestas en vivo y una pista llena de bailarines. La Casa de la Salsa fue el templo del perreo con clase, donde conocías pareja a punta de pasos de Willy Colón. Pero en sus últimos años cayó en decadencia: shows de streapers, imitadoras de Paquita la del Barrio y karaoke de calidad dudosa terminaron por sepultar su gloria.
Chillout: breve, elegante y musical
Ubicado en una casa sobre el Boulevard Arriaga Rivera, Chillout fue un bar que apostó por la estética, el confort y una selección musical bien curada. Con mesas de billar y sillones elegantes, este espacio fue sede de varias bandas locales. Duró poco, pero quienes lo conocieron aún lo recuerdan con cariño.
La Leyenda: discreto, barato y con buena música
Poco pretencioso pero muy querido, La Leyenda era ese bar para jugar billar, beber barato y escuchar música sin presión. Aunque nunca fue el epicentro de la fiesta, era perfecto para noches sin tanta pretensión. Hoy es un karaoke donde, irónicamente, reina el mal canto.
El Quelite: el bar donde casi no cabías
“Chiquito pero grandioso” era su lema. En realidad, El Quelite era tan pequeño que solo podías entrar si alguien salía. Pero eso no impedía que se armara tremendo ambiente con DJs, cerveza de barril y precopeos épicos. Hoy, donde antes te echabas una chela, ahora hay una zapatería sobre Madero.
Limbo: arte, cine y fiestas que se salían de control
Quizá uno de los bares desaparecidos de Morelia más queridos. Limbo tuvo varias sedes —en Madero, García de León, Aquiles Serdán— y en todas dejó huella. Con exposiciones de arte, ciclos de cine y foros para bandas locales, fue mucho más que un antro. Muchos recuerdan sus noches ahí como una mezcla de caos, cultura y buena música.
Quinto Elemento: terraza, karaoke y litros de cerveza
Situado en Avenida Universidad, Quinto Elemento fue el punto de reunión de los universitarios. Varios pisos, cada uno con su estilo musical, y una terraza donde la fiesta comenzaba desde el miércoles. En sus últimos años, los karaokes y los litros de cerveza eran su sello característico.
Los Ídolos: cumbias, lucha libre y ska
Con su decoración inspirada en la lucha libre, Los Ídolos fue uno de los primeros bares en combinar géneros dispares como reggae, rock, cumbia y electrónica. Estaba en Allende, en pleno centro, y pronto se volvió demasiado popular para su propio bien. Eventualmente, el local cambió de giro y nació Rojas Pop.
Raven: caguamas, sillones y chela artesanal
Espacio pequeño, pero corazón grande. Raven fue pionero en vender caguamas, servir cerveza artesanal y dejar que los clientes eligieran la música desde su memoria USB. Un clásico para tardes de charla relajada y cervezas eternas con amigos.
Foro 38: raves y cantera
Ubicado en Pino Suárez, Foro 38 fue un santuario para los amantes de la electrónica y los dulces psicodélicos. Tenía un balcón espectacular, DJs invitados y una energía muy particular. Aunque ya no funciona como bar regular, todavía se abre ocasionalmente para eventos privados.

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Indie Pub: cerveza, indie y la chaviza
Cuando todos los bares sonaban igual, Indie Pub trajo frescura con Arctic Monkeys, The Strokes y más. Su primer local era diminuto, entre Solidaridad y Ventura Puente, pero explotó en popularidad. Se mudó al centro, pero el nuevo espacio ya no tuvo la misma magia. Aún así, su recuerdo sigue vivo en todo treintañero que se precie.
¿Y tú, cuál bar de Morelia extrañas más?
Estos bares desaparecidos de Morelia no eran perfectos, pero eran nuestros. Fueron escenarios de amistad, romance, excesos, aprendizajes y carcajadas. Hoy, aunque ya no estén, siguen vivos en las anécdotas, en las playlists y en los reencuentros donde alguien siempre dice: “¿Te acuerdas cuando íbamos a…?”
Si te llegó esta nostalgia, compártela con tus amigos de antaño. Porque recordar es volver a brindar, aunque sea con una cerveza imaginaria.